domingo, 19 de octubre de 2008

Enterrando el Corazón


Emily paseaba su dolor por el jardín del centro, el hermoso parque que antaño fuera custodio de caricias y sonrisas hoy quedaba relegado a un mausoleo de recuerdos nada más. Su cuerpo enlutado cubría las cicatrices de su desdicha, su sonrisa yacía en una cajita de madera, una fina talla engalanaba su cubierta y a cada paso que daban sus cansadas piernas su mirada volvía una y otra vez a sus manos, sosteniendo el fino emblema tallado en roble de la historia de su vida.

Se encontraba sumida en sus pensamientos, maldiciendo su desdicha mientras la hacía suya de forma inquietante e inquebrantable..

-No debí haber soñado- Escapó un susurro de sus labios

-Eso no puede evitarse mujer- Argumentó con desparpajo un infante. La sorpresa hizo que Emily girara la vista hacía el lugar de procedencia de la voz, tan cercana y tan distante como su propia realidad, junto a ella un niño de no más de cinco años la miraba tiernamente con la candidez y la inocencia que tan sólo puede hallarse en un corazón puro y sin mácula.

-¡Qué cajita tan hermosa! ¿Guardas algún tesoro en ella?- Preguntó el niño de pronto, Emily no supo como contestar, ¿qué decirle a un niño tan chiquito? el no podría entenderla, al fin y al cabo si ella misma no era capaz como iba a hacerlo un extraño y un niño nada menos, de modo que se limitó a encogerse de hombros y mirar con devoción su hermosa cajita.

-Seguro que sí, y encima es un secreto porque no me quieres contar!, Wow que suerte la mia, un tesoro y un secreto el mismo día- Chapurreaba feliz el niño con su fortuna, mientras Emily se planteaba si la desdicha de unos es la felicidad de otros, - pero vaya ocurrencia -pensó- es un niño y no conoce la maldad no la verdadera al menos.

- No hay tesoro ni secreto, en esta cajita sólo guardo algo que no usaré más- respondió finalmente la muchacha.

-Anda y eso ¿Cómo lo sabes?- Preguntó el niño

-Cómo sé ¿el qué?

- Pues que no lo usarás más ¡Vaya pregunta!- sonrió burlón el picaruelo

-Bueno…. yo lo sé- Respondió turbada la joven

-Sí claro, eso no es respuesta seguro que ni lo sabes

-Oye jovencito, pero tú como ¿sabes tanto?- Le inquirió Emily al pequeño, estaba realmente sorprendida del desparpajo del chiquillo y su forma de hablar, más bien parecía un sarcástico adulto enfundado en un cuerpecillo que no le está, era la primera vez que se encontraba con un niño así y eso que Emily durante su vida en infinidad de ocasiones ejerció como canguro para poder costearse los estudios tiempo atrás.

-Buenooooooooo, es que los mayores os creéis muy listos pero en realidad no lo sois tanto!!!- Las carcajadas del pequeño tras su ocurrencia sorprendieron a la propia muchacha percatándose en ese instante de la sonrisa que asomaba a su rostro, la primera de muchas, la única desde hacia demasiado tiempo.

- Ey que sonrisa más bonita, ¿sabes? me caes bien te contaré un secreto, mi madre tenía una sonrisa como la tuya pero un día la perdió, y por culpa de eso destrozó su vida y como consecuencia la mia también- El niño se puso triste tras pronunciar estas palabras y una lágrima recorrió su mejilla- Prométeme que no permitirás que se pierda tu sonrisa, siempre habrá quien se resienta más de esa pérdida que tú misma, ¿me lo prometes Emily?-

-¿Cómo sabes mi nombre? No recuerdo haberlo dicho, o quizás sí, ¿lo hice? estoy mareada, no puedo prometerte no perder más la sonrisa, nadie puede hacer esa promesa, porque nadie conoce los caminos que la vida le tiene destinados ni las pruebas que deba superar, ni el dolor que tenga que atravesar hasta recuperar de nuevo la fe para sonreír- No sabía bien si el pequeño la entendería pero sin duda su respuesta aclaró su duda y le hizo plantearse hasta qué punto la visita de este niño era casual y hasta donde era un niño más como tantos otros o si realmente no lo era.

-Ah claro que fácil lo arregláis los adultos, así que no puede prometerse una sonrisa eterna, y sin embargo dime ¿por qué estás dispuesta a enterrar lo que no ha muerto?

-¿Quién eres tú y qué quieres de mi? ¿Cómo sabes que pensaba enterrar esta cajita?

-Dime Emily, responde ¿Qué pretendes enterrar? sabes que lo sé y sin embargo te faltan fuerzas para darle voz a tu deseo, o quizás no lo deseas realmente ¿tú qué opinas? Quizás la solución esté en la cajita ¿por qué no dejas hablar a ese que estás dispuesta a asesinar sin tregua?

Emily estaba aturdida, asustada y un sudor frío comenzaba a recorrerle la espina dorsal, este niño no era un niño normal, no era uno cualquiera parecía conocerla,¡no! parecía saber que sentía en cada instante como si le leyera el pensamiento o pudiera introducirse en sus más hondos latidos, ¡latidos! que necedad ella ya no tenía latidos justo por eso se disponía a enterrar la cajita, en ella se encontraba su maltrecho corazón, aquel que tanto quebranto y dicha a un tiempo le había proporcionado durante su corta existencia, es tan difícil asumir que el destino de una vida es carecer de vida por completo que su único recurso quedó en ese, en un entierro forzoso del causante de sus males, muerto en la batalla de luchar por su amor y aniquilado por el despecho en complot con la soledad y el abandono bajo el astuto plan de las mentiras y la desidia.

-Todo eso es muy bonito Emily, quizás te sirva para escribir un libro o para tus poemas de desamor, pero a mi no me sirve de nada y a ti si quitas el desahogo que te proporciona sacar ese lastre de tu interior tampoco te servirá para nada más- Cuando el niño respondió a aquello no pronunciado en voz alta los ojos de Emily dispararon una alerta que el niño no pudo dejar de observar.

-Mira mis ojos Emily, de ti depende que algún día vean la luz, que los labios que te hablan puedan llamarte por el nombre que para ti tienen destinado, hoy quebranté todas las reglas al ver que nos ibas a matar a los dos, no me importa no nacer si eso te hace feliz pero no podría soportar verte morir en vida…..

Emily despertó sudando, bañada en fiebre en la cama de un frío hospital sus manos permanecían atadas al colchón, una imagen pugnaba por salir de su cabeza y tornarse real frente a sus ojos, un niño castaño, ojos color avellana rosadito y hermoso, parece un ser pequeño e indefenso sin embargo la fuerza y la determinación convierten su mirada en un lago hechizante y embriagador… no recuerda su nombre… claro no lo dijo, sin embargo sabe quien es, es su sueño aquel que la embriagó siempre desde niña el motivo por el cual estudió su carrera, forjó su vida y realmente el motivo por el cual permanece atada a esa cama de hospital en lugar de reposar en un manicomio.

Dos semanas después alguien tocó a la puerta, -¿lista?- sí lo estoy, respondió Emily- En ese caso volvamos a casa hija- Emily y su madre abandonaron el hospital no sin antes pasar por la consulta de psiquiatría donde recibieron instrucciones para el tratamiento que debía continuar y el horario de sus próximas visitas.

Emily era consciente de su situación y de cómo salir de ella, mejor dicho qué debía salir de su depresión fuera como fuera, sabía que sería un camino labrado en espinos y que quizás sufriera heridas difíciles de sanar, pero sabía a su vez que por más duras o dolorosas que fueran las afrentas que tuviera que afrontar había sufrido mentiras peores, cicatrices más graves y tenía un recuerdo de ellas en sus muñecas que pese a lo que pudiera parecer le darían fuerzas para seguir luchando por si misma, y sobretodo por él, se lo debía a él pues no podría jamás privar de la luz al fruto de sus latidos por la comodidad de hundirse en su propia oscuridad.







Una cajita llegó flotando a la orilla de la costa, su madera estaba cuarteada y el hermoso tallado dañado irreversiblemente, dos niños jugando con sus castillos de arena la encontraron al recoger agua para el misterioso pozo que sus manos terminaban de crear, la niña abrió la caja y no ocultó su desilusión al hallarla vacía, el niño por el contrario la cerró y dijo – Shhhh cuidado no desperdicies el tesoro- El joven sonrió a su hermana pequeña y esta intrigada preguntó

-¿Tesoro Manuel? si está vacía tonto no lo ves!!!

-¿Vacía? Eso lo dices tú yo la veo llena de besos de una mami para sus hijos, a ver quien llega antes hasta mamá-

La niña salió corriendo hasta detenerse unos metros más allá, el joven Manuel de 10 años de edad la miró y sonriendo le mandó un beso a su madre que fingió atraparlo al vuelo, le encantaba ese juego sobretodo porque la veía sonreír y nadie sabe lo que el pobre tuvo que hacer para ver su sonrisa sincera, pensaba mientras lanzaba la cajita de nuevo al mar.

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