martes, 30 de diciembre de 2008

El conjuro de amor


Una vez, un guerrero indígena muy respetado y la hija de una mujer que había sido matrona de la tribu, se enamoraron. Se amaban profundamente y habían pensado en casarse, para lo cual tenían el permiso del cacique de la tribu.
Pero antes de formalizar el casamiento fueron a ver al brujo, un hombre muy sabio y muy poderoso, que tenía elixires, conjuros, y hierbas increíbles, para saber si los astros estaban a su favor, si los Dioses los iban a proteger.
El brujo les dijo que ellos eran buenos muchachos, jóvenes y que no había ninguna razón para que los dioses se opongan.
Entonces ellos le dijeron que querían hacer algún conjuro que les diera la formula para ser felices siempre... El brujo les dijo: "Bueno, hay un conjuro que podemos hacer, pero no sé si están dispuestos, porque es bastante trabajoso".
"Sí, claro", le dijeron.
Entonces el brujo le pidió al guerrero que:

1) escale la montaña más alta
2) busque allí al halcón más vigoroso,
3) el que vuele más alto,
4) el que le parezca más fuerte,
5) el que tenga el pico más afilado,
6) y que vivo, se lo traiga.

Y el brujo le dijo a ella:

1) a ti no te va a ser tan fácil:
2) vas a tener que internarte en el monte
3) buscar el águila que te parezca que es la mejor cazadora,
4) la que vuele más alto,
5) la que sea más fuerte,
6) la de mejor mirada,
7) vas a tener que cazarla sola, sin que nadie te ayude y vas a tener que traerla viva aquí.


Cada uno salió a cumplir su tarea. Cuatro días después volvieron con el ave que se les había encomendado, y le preguntaron al brujo: "¿Ahora qué hacemos? ¿Las cocinamos? ¿Las comemos? ¿Tomamos su sangre?... ¿Qué hacemos con ellas?"
El brujo les dijo: "Vamos a hacer el conjuro, que se llamará “EL CONJURO DEL AMOR”... ¿Volaban alto?"

"Sí", le dijeron.
El brujo preguntó a ambos: "¿Eran fuertes sus alas, eran sanas, independientes?

"Sí", contestaron.
"Muy bien", dijo el brujo, "Ahora átenlas entre sí por las patas y suéltenlas para que vuelen".....
Entonces el águila y el halcón comenzaron a tropezarse, intentaron volar, pero lo único que lograban, era revolcarse en el piso y se hacían daño mutuamente, hasta que empezaron a picotearse entre sí.
El brujo de la tribu les dijo: "Este es el conjuro: si ustedes quieren ser felices para siempre:

VUELEN INDEPENDIENTES Y JAMÁS SE ATEN EL UNO AL OTRO"...

El buscador


Esta es la historia de un hombre que yo definiría como un buscador.
Un buscador es alguien que busca, no necesariamente alguien que encuentra. Tampoco es alguien, que necesariamente, sabe qué es lo que está buscando, es simplemente alguien para quien su vida es una búsqueda.


Un día el buscador sintió que debía ir a la ciudad de Kammir. Él había aprendido a hacer caso riguroso a esas sensaciones que venían de un lugar desconocido de sí mismo, de modo que dejó todo y partió.

Después de dos días de marcha por los polvorientos caminos, divisó a lo lejos la ciudad de Kammir. Un poco antes de llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó mucho la atención.

Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y flores bellas. La rodeaba por completo una especie de valla de madera lustrada. Una portezuela de bronce lo invitaba a entrar.

De pronto sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de descansar por un momento en ese lugar. El buscador traspasó el portal y caminó lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas como al azar, entre los árboles. Dejó que sus ojos se posaran como mariposas en cada detalle de este paraíso multicolor.

Sus ojos eran los de un buscador, y quizás por eso descubrió sobre una de las piedras, aquella inscripción: Aquí yace Abdul Tareg, vivió ocho años, seis meses, dos semanas y tres días.

Se sobrecogió un poco al darse cuenta que esa piedra no era simplemente una piedra, era una lápida. Sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estuviera enterrado en ese lugar.

Mirando a su alrededor, el hombre se dio cuenta que la piedra de al lado tenía también una inscripción. Se acercó a leerla; decía: Aquí yace Yamin Kalib, vivió cinco años, ocho meses y tres semanas.

El buscador se sintió terriblemente abatido. Ese hermoso lugar era un cementerio y cada piedra, una tumba. Una por una leyó las lápidas; todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto.

Pero lo que más le conectó con el espanto fue comprobar que el que más tiempo había vivido sobrepasaba apenas los once años.

Embargado por un dolor terrible, se sentó y se puso a llorar. El cuidador del cementerio, que pasaba por ahí, se acercó; lo miró llorar por un rato en silencio y luego le preguntó si lloraba por algún familiar.

-No, ningún familiar, -dijo el buscador.

-¿Qué pasa con este pueblo? ¿Qué cosa terrible hay en esta ciudad? ¿Por qué tantos niños muertos enterrados en este lugar? ¿Cual es la horrible maldición que pesa sobre este gente que los ha obligado a construir un cementerio de niños?.

El anciano respondió:

-Puede usted serenarse. No hay tal maldición. Lo que sucede es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré: Cuando un joven cumple quince años, sus padres le regalan una libreta como ésta que tengo aquí colgando del cuello. Y es tradición entre nosotros que a partir de ese momento, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abra la libreta y anote en ella: a la izquierda, qué fue lo disfrutado....a la derecha, cuanto tiempo duró el gozo. Conoció a su novia, y se enamoró de ella. ¿Cuanto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de conocerla? ¿una semana? ¿dos? ¿tres semanas y media? Y después, la emoción del primer beso, el placer maravilloso de la primera noche, ¿cuanto duró? ¿el minuto y medio del beso....? ¿dos días...? ¿una semana...? Y el casamiento de sus amigos..? ¿Y el viaje más deseado...? ¿Y el encuentro con quien vuelve de un país lejano...? ¿Cuanto tiempo duró el disfrutar de esas sensaciones...? ¿Horas...? ¿Días...? Así... vamos anotando en la libreta cada momento que disfrutamos.

Cuando alguien muere, es nuestra costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para escribirlo sobre su tumba, porque es, amigo caminante, el único y verdadero tiempo vivido.

Las 3 preguntas


Érase una vez un emperador. Éste decidió que si podía hallar la respuesta a ciertas preguntas siempre sabría lo que tendría que hacer, cualquiera que fuera el caso. Éstas eran las tres preguntas:



¿Cuál es el mejor momento para hacer las cosas?
¿Quiénes son las personas más importantes?
¿Qué es lo más importante?
El emperador ofreció una sustanciosa recompensa a quien supiera las respuestas a las tres preguntas. Muchos fueron los que las contestaron, pero ninguno de ellos lo hizo a satisfacción del emperador.



Finalmente, éste decidió subir a la cumbre de una montaña para visitar a un anciano ermitaño, pensando que quizás éste conocería las respuestas adecuadas. . Cuando el emperador llegó hasta él le formuló las tres preguntas.



El ermitaño, que se encontraba en aquel momento cavando en su jardín, le escuchó atentamente, pero no dijo nada y continuó con su tarea.



El emperador miró al anciano y se fijó en que éste parecía muy fatigado.



-Dame la azada y yo cavaré mientras tu reposas, -le dijo.



Y así, el ermitaño descansó mientras el emperador trabajaba. Después de varias horas, el emperador se sintió muy cansado. Dejó la azada en el suelo y dijo:



-Si no puedes contestar a mis preguntas, no pasa nada. Simplemente dímelo y me marcharé.



-¿Oís correr a alguien?, -le preguntó de repente el ermitaño al emperador, a la vez que señalaba con el dedo hacia la espesura.



En efecto, de entre los arbustos salió un hombre dando tumbos y apretándose el estómago con las manos. Cuando el emperador y el ermitaño llegaron hasta él, se desmayó.



Le desabrocharon la camisa y vieron que el hombre había sufrido un corte muy profundo. El emperador le limpió la herida y se la vendó con su propia camisa.



Al recuperar la conciencia, el hombre pidió agua. El emperador corrió a buscarla a un riachuelo cercano y le dio un poco. El hombre la bebió agradecido y a continuación cayó dormido.



Entre los dos transportaron al hombre hasta la cabaña del ermitaño y le tumbaron sobre la cama de éste. El emperador, que también estaba exhausto, se quedó dormido.



A la mañana siguiente cuando el emperador se despertó se encontró ante sí al hombre herido con la vista clavada en él.



-Perdonadme -murmuró el hombre.



¿Perdonarte?, -dijo el emperador incorporándose, ya totalmente despierto.



-¿Qué has hecho para necesitar mi perdón?



-Vos no me conocéis majestad, pero hasta ahora os consideraba mi peor enemigo. Durante la última guerra matasteis a mi hermano y os apropiasteis de mis tierras.



El hombre siguió hablando y explicó que, escondido entre los arbustos, esperaba a que el emperador bajara de la montaña para atacarle, pero entonces uno de los guardias del emperador que esperaba a éste le reconoció como un enemigo y le hirió.



-Conseguí huir, pero si vos no me hubieseis encontrado y ayudado como lo hicisteis, con toda certeza ahora estaría muerto. Yo que planeaba mataros, ¡y resulta que me habéis salvado la vida! Me siento avergonzado y agradecido.



El emperador se alegró de conocer la historia de aquel hombre y le devolvió sus tierras. Después de que el hombre se marchase, el emperador miró al ermitaño y dijo:



-Ahora debo irme, tengo que viajar hasta donde haga falta para encontrar la respuesta a mis preguntas.



El ermitaño se echó a reír y respondió:



-Vuestras preguntas ya están contestadas, majestad.



El ermitaño le explicó al emperador que si él no le hubiera ayudado a cavar en su jardín y simplemente se hubiera marchado con prisas para seguir buscando la respuesta a sus preguntas, el hombre al que habían ayudado le habría salido al paso en algún punto del camino de vuelta de la montaña y ahora el emperador estaría muerto.



-El momento más importante para vos fue mientras cavabais en mi jardín. La persona más importante fui yo mismo, la persona con la que vos os encontrabais. Lo más importante fue sencillamente ayudarme, -concluyó el ermitaño.



-Y después, cuando encontramos al hombre herido que iba montaña arriba, el momento más importante fue cuando le curasteis las heridas, que de otro modo le hubieran causado la muerte, y entonces vos y él nunca hubierais llegado a haceros amigos. Y en aquel momento, ese hombre era la persona más importante del mundo, y el objetivo más importante era curarle la herida.



-El momento presente es el único momento que importa, continuó diciendo el ermitaño. La persona más importante es siempre la persona con la que estás. El objetivo más importante es siempre hacer feliz a la persona que está a tu lado. ¿Qué puede ser más sencillo o más importante?.

La Puerta


La reunión se había prolongado por varias horas, los clientes estaban indecisos ante los equipos que les ofrecía Francisco Durán, gerente de ventas de una prestigiosa empresa de equipos de oficina.



Francisco era el mejor vendedor de la empresa, sabía llegar al cliente, entendía sus necesidades y era muy hábil a la hora de negociar condiciones de venta. Al final de la reunión, había concretado una importante venta y fue felicitado por el dueño de la empresa. Francisco se sentía muy contento y orgulloso de su trabajo.



Al final de la tarde una vez finalizada aquella extensa jornada laboral, tomó su automóvil rumbo a su casa. En el trayecto, su alegría se iba transformando en tristeza; al entrar a su casa, su rostro era sombrío, abrazó a sus dos hijos y buscó el control remoto del televisor.



Desde la cocina, se oía la voz de su esposa Irene –con quien estaba casado hace diez años- reclamándole que había llegado tarde, que si su trabajo era más importante que su familia, de su torpeza ya que no sabía arreglar el lavamanos que se había atascado.



Francisco se puso a ver un programa de televisión mientras Irene seguía con sus reclamos y regaños. En algún momento dejó de prestar atención a sus palabras y su mente comenzó a repasar su vida; se preguntaba por qué seguía en esa relación, tal vez sería por su forma sumisa, al igual que lo era la mamá con el papá, un hombre exitoso en los negocios y de carácter fuerte.



A veces Francisco prefería estar en el trabajo que en su casa pero procuraba concentrase en sus hijos y no pensar tanto en su relación sentimental.



Se daba cuenta que su profesión era lo más importante, quería ser cada día mejor en su área laboral pero fuera de eso se sentía vacío internamente y no sabía qué hacer con esa sensación; procuraba rodearse de objetos materiales que le hacían sentir feliz por algunos días pero luego volvía a sentir el vacío. Su esposa ya no salía con él, prefería hacerlo con sus amigas.



A veces se sentaba en la terraza y observaba a su vecino Hans, un señor jubilado, que cuidaba su jardín y sembraba hortalizas, frutas y flores; pasaba horas en ésta actividad. Siempre le saludaba y le preguntaba por sus plantas y le felicitaba por el hermoso trabajo que llevaba a cabo.



Francisco tenía ganas de conversar un poco para olvidar esa sensación de vacío y aceptó la invitación que le hizo su vecino para tomar algo en su casa. Conversaron largo rato sobre diferentes temas pero invariablemente el estado de ánimo de Francisco se dejaba intuir y en algún punto comenzó a contarle a Hans lo que le sucedía. El vecino le escuchó atentamente y con mucho interés, asintiendo con la cabeza.



-Dime algo –le preguntó Hans, -aparte tu trabajo, ¿en qué empleas el resto del tiempo?.



-Procuro dedicarle el mayor tiempo posible a mis hijos, ayudándolos en sus tareas escolares y compartiendo con ellos; me gusta leer; en ocasiones me reúno con algunos amigos del trabajo pero siempre terminamos conversando sobre temas laborales. Por lo demás, me ocupo que en nuestro hogar no falte nada, cuidando de la economía doméstica.



-De alguna manera, tu trabajo es el centro de tu vida- le indicó Hans –y aún cuando sales de él, te quedas dentro. En la vida todo necesita de un equilibrio; las actividades que desarrollamos se complementan unas con otras.



-Lo sé –interrumpió Francisco- necesito un hobby, tal vez practicar algún deporte o hacer bricolaje para mantener mi mente alejada del trabajo.



-Es mucho más que eso –prosiguió Hans-, es el sentido de la propia estima. En estos momentos tu autoestima viene determinada por algo externo, por la excelente opinión que tienen de ti en la empresa por tu desempeño tan sobresaliente y los consiguientes beneficios materiales que ésta situación te brinda.



-Es cierto –reconoció Francisco.



-La autoestima representa la opinión que tenemos de nosotros mismos cuando expresamos los talentos únicos de los que hemos sido dotados, sin importar la opinión que los demás tengan de nosotros. Cuando sabemos lo que valemos, los comentarios negativos o los elogios de otras personas no tienen importancia.



-¿Y cómo sé yo cuáles son mis talentos únicos?- preguntó Francisco.



-Ya los posees pero no los has expresado adecuadamente. Tu éxito laboral viene dado por tu capacidad de comunicación, ése es un talento pero necesitas expresarlo en otras facetas de tu vida.



-Explícame mejor eso- inquirió Francisco.



-Tu educación fue dirigida a propósito hacia la consecución de metas materiales olvidando el equilibrio necesario en todo lo que hacemos. Toda tu actividad está regida por el hemisferio izquierdo del cerebro, que es quien maneja los aspectos lógicos y de razonamiento. El equilibrio viene dado al usar el lado derecho del cerebro, que es el lado artístico, espiritual e intuitivo. En ese lado se encuentra la puerta.



-¿Qué puerta?- preguntó Francisco.



-La puerta al inconsciente- respondió Hans. Ahí está el mayor poder de nuestra mente y tu autoestima se encuentra en este nivel.



-¡Explícamelo mejor!- le pidió Francisco.



-Supongamos que eres pintor, una actividad artística cónsona con el lado derecho del cerebro. Al terminar una pintura, te sientes orgulloso de tu creación y de lo que eres capaz de hacer por ti mismo. En ese momento no te interesa lo que los demás piensen de tu obra: eso es autoestima.



Días después, mientras conducía a su trabajo, iba pensando en las palabras de su vecino Hans y en cuáles podrían ser los talentos únicos que él poseía y cómo expresarlos. Iba distraído en sus pensamientos y no se percató de un vehículo que salía de un estacionamiento. Al darse cuenta, viró a la derecha y se estrelló contra un poste del tendido eléctrico.



Han pasado dos días y Francisco se despierta en el hospital. Su compañero de habitación le pregunta cómo se siente y en la conversación le cuenta que mientras estaba inconsciente fue visitado por la esposa, los hijos y varios compañeros de trabajo.



Luego prohibieron las visitas para que pudiera descansar del accidente sufrido, que afortunadamente no tendría secuelas. Le contó igualmente, algo extrañado, que la esposa comenzó a decir en voz alta que él era un torpe y siempre andaba distraído y no era raro que chocara.



Francisco había oído otras veces estos comentarios en boca de su esposa y se había sentido mal por ellos pero en ésta ocasión no pudo más que reírse a carcajadas haciendo que su compañero de cuarto se contagiara y rieron los dos recordando las palabras de Irene.



La enfermera entró a la habitación y le informó de su estado de salud a Francisco indicándole que debía permanecer dos días más en el hospital pero que podía caminar un poco por los alrededores y le sugirió que se acercara al pabellón infantil que estaba cerca donde las voluntarias de las «Damas Azules» dirigían actividades recreativas con los niños internados y sus madres.



Al momento de retirarse del pabellón las voluntarias, Francisco se acercó a Isabel, la que había dirigido las actividades, para comentar la labor que ellas desarrollaban. Isabel le habló de las actividades con los niños con cáncer en dicho pabellón.



Éstos niños permanecían junto a sus madres largas temporadas mientras reciben tratamiento y las voluntarias les proveen apoyo y momentos de alegría, amor, entusiasmo, diversión… a veces solicitan la presencia de otras personas para este fin.



Francisco pensó rápido; él era bueno entusiasmando a otros...al menos lo era con sus clientes...tal vez es diferente con niños… había leído también sobre los beneficios de la risa y del contacto físico en el proceso de curación. Le propuso a Isabel si él podía organizar alguna actividad con los niños; a Isabel le agradó la idea y quedaron en llamarse para coordinar los detalles.



Una vez abandonó el hospital, Francisco consiguió a través de la empresa donde trabajaba, un televisor de pantalla gigante y un reproductor de DVD; compró varias películas infantiles, algunos disfraces y una alfombra grande. Isabel le informó que los niños esperaban la sorpresa que él les tenía preparada para el sábado siguiente.



El día previsto, Francisco instaló los equipos y junto con Isabel reunieron a los niños para ver la película «Madagascar», sentados en la alfombra. Todos rieron a carcajadas con las aventuras de los animales del zoológico llevados al continente africano. Al final de la película, organizó una sesión de disfraces de animales del film y los niños comenzaron a imitar al animal que les pareció más divertido.



A medida que los niños conocieron más a Francisco, él los tomaba de la mano y los abrazaba a todos. En otra ocasión organizó una reunión para que los niños hablaran de sí mismos y sus expectativas sobre el futuro. El se limitaba a una escucha empática permaneciendo en silencio y prestando atención a lo que decían los niños.



Siguió organizando actividades con los niños los cuales estaban más entusiasmados y a su vez Francisco también se sentía mejor y sus estados depresivos desaparecieron.



Irene veía a su marido con extrañeza, él ya no le hacía caso, su mente estaba en otras cosas entre ellas Isabel.



Ha pasado algún tiempo y la presencia de Irene se hizo cada vez más difusa y en su lugar aparecía Isabel, vestida de azul, siempre sonriente. Hizo nuevas amistades y otras se alejaron; el panorama iba cambiando poco a poco sin darse él cuenta, su entorno se modificaba y la puerta nunca volvió a cerrarse.

Una Gran leccion


La historia cuenta que un viejo maestro deseaba enseñar a uno de sus discípulos la razón por la cual muchas personas viven atadas a una vida de conformismo y mediocridad y no logran superar los obstáculos que les impiden triunfar.



No obstante, para el maestro la lección más importante que podía aprender el joven discípulo era observar lo que sucede cuando finalmente nos liberamos de aquellas ataduras y comenzamos a utilizar nuestro verdadero potencial.



Para impartir su lección al joven, el maestro decidió que aquella tarde visitaran juntos algunos de los parajes más pobres de la provincia. Después de caminar un largo rato encontraron el vecindario más triste y desolador de la comarca y se dispusieron a buscar la más humilde de todas las viviendas.



Aquella casucha a medio derrumbarse, que se encontraba en la parte más alejada del caserío era, sin duda alguna, la más pobre de todas. Sus paredes se sostenían en pie de milagro aunque amenazaban con venirse abajo en cualquier momento; el improvisado techo dejaba filtrar el agua, y la basura y los desperdicios se acumulaban a su alrededor dándole un aspecto decrépito y repulsivo.



Sin embargo, lo más sorprendente de todo era que en aquella casucha de apenas seis metros cuadrados vivían ocho personas. El padre, la madre, cuatro hijos y dos abuelos se las arreglaban para acomodarse de cualquier manera en aquel reducido espacio.



Sus ropas viejas y remendadas, y la suciedad y el mal olor que envolvía sus cuerpos, eran la mejor prueba de la profunda miseria que ahí reinaba. Sus miradas tristes y sus cabezas bajas no dejaban duda de que la pobreza y la inopia no sólo se había apoderado de sus cuerpos sino que también había encontrado albergue en su interior.



Curiosamente, en medio de este estado de penuria y pobreza total la familia contaba con una sola posesión extraordinaria bajo tales circunstancias, una vaca. Una flacuchenta vaca cuya escasa leche le proveía a la familia un poco de alimento para sobrevivir. La vaca era la única posesión material con la que contaban y lo único que los separaba de la miseria total.



Y allí, en medio de la basura y el desorden, el maestro y su discípulo pasaron la noche. Al día siguiente, muy temprano, asegurándose de no despertar a nadie, los dos viajeros se dispusieron a continuar su camino. Salieron de la morada pero, antes de emprender la marcha, el anciano maestro le dijo en voz baja a su discípulo:



-Es hora de que aprendas la lección que nos trajo a estos parajes.



Después de todo, lo único que habían visto durante su corta estadía eran los resultados de una vida de conformismo y mediocridad, pero aún no estaba del todo claro para el joven discípulo cuál era la causa que había originado tal estado de abandono. Ésta era la verdadera lección, el maestro lo sabía y había llegado el momento de enseñársela.



Ante la incrédula mirada del joven, y sin que éste pudiera hacer algo para evitarlo, súbitamente el anciano sacó una daga que llevaba en su bolsa y de un solo tajo degolló a la pobre vaca que se encontraba atada a la puerta de la vivienda.



-¿Qué has hecho maestro? –dijo el joven susurrando angustiadamente para no despertar a la familia-. ¿Qué lección es ésta que deja a una familia en la ruina total? ¿Cómo has podido matar esta pobre vaca que era su única posesión?



Sin inmutarse ante la preocupación de su joven discípulo y sin hacer caso de sus interrogantes, el anciano se dispuso a continuar su marcha. Así pues, dejando atrás aquella macabra escena, maestro y discípulo partieron. El primero, aparentemente indiferente ante la suerte que le esperaba a la pobre familia por la pérdida del animal.



Durante los días siguientes al joven le asaltaba una y otra vez la nefasta idea de que, sin la vaca, la familia seguramente moriría de hambre. ¿Qué otra suerte podían correr tras haber perdido su única fuente de sustento?



La historia cuenta que, un año más tarde, los dos hombres decidieron pasar nuevamente por aquel paraje para ver qué había ocurrido con la familia. Buscaron en vano la humilde vivienda. El lugar parecía ser el mismo, pero donde un año atrás se encontraba la ruinosa casucha ahora se levantaba una casa grande que, aparentemente, había sido construida recientemente.



Se detuvieron por un momento para observar a la distancia, asegurándose que se encontraran en el mismo sitio.



Lo primero que pasó por la mente del joven fue el presentimiento de que la muerte de la vaca había sido un golpe demasiado duro para aquella pobre familia. Muy probablemente, se habían visto obligados a abandonar aquel lugar y una nueva familia, con mayores posesiones, se había adueñado de éste y había construido una mejor vivienda.



¿Adónde habrían ido a parar aquel hombre y su familia? ¿Qué habría sucedido con ellos? Quizás fue la pena moral la que los doblegó. Todo esto pasaba por la mente del joven mientras se debatía entre el deseo de acercarse a la nueva vivienda para indagar por la suerte de lo antiguos moradores o continuar su viaje y así evitar la confirmación de sus peores sospechas.



Cuál no sería su sorpresa cuando, del interior de la casa, vio salir al mismo hombre que un año atrás les había dado posada. Sin embargo, su aspecto era totalmente distinto. Sus ojos brillaban, vestía ropas limpias, iba aseado y su amplia sonrisa mostraba que algo significativo había sucedido.



El joven no daba crédito a lo que veía. ¿Cómo era posible? ¿Qué había acontecido durante ese año? Rápidamente se dispuso a saludarle par averiguar qué había ocasionado tal cambio en la vida de esta familia.



-Hace un año, durante nuestro breve paso por aquí –dijo el joven- fuimos testigos de inmensa pobreza en la que ustedes se encontraban. ¿Qué ocurrió durante este tiempo para que todo cambiara?



El hombre, que ignoraba que el joven y su maestro habían sido los causantes de la muerte de la vaca, les contó cómo, casualmente el mismo día de su partida, algún maleante, envidioso de su escasa fortuna, había degollado salvajemente al pobre animal.



El hombre les confesó a lo dos viajeros que su primera reacción ante la muerte de la vaca fue de desesperación y angustia. Por mucho tiempo, la leche que producía la vaca había sido su única fuente de sustento. Más aún, poseer este animal les había ganado el respeto de los vecinos menos afortunados quienes seguramente envidiaban tan preciado bien.



-Sin embargo –continuó el hombre- poco después de aquel trágico día, nos dimos cuenta que, a menos que hiciéramos algo, muy probablemente nuestra propia supervivencia se vería amenazada.



Necesitábamos comer y buscar otras fuentes de alimento para nuestros hijos, así que limpiamos el patio de la parte de atrás de la casucha, conseguimos algunas semillas y sembramos hortalizas y legumbres para alimentarnos.



-Pasado algún tiempo, nos dimos cuenta que la improvisada granja producía mucho más de lo que necesitábamos para nuestro sustento, así que comenzamos a venderle algunos vegetales que nos sobraban a nuestros vecinos y con esa ganancia compramos más semillas. Poco después vimos que el sobrante de la cosecha alcanzaba para venderlo en el mercado del pueblo.



Así lo hicimos y por primera vez en nuestra vida tuvimos dinero suficiente para comprar mejores vestidos y arreglar nuestra casa. De esta manera, poco a poco, este año nos ha traído una vida nueva. Es como si la trágica muerte de nuestra vaca, hubiese abierto las puertas de una nueva esperanza.



El joven, quien escuchaba atónito la increíble historia, entendió finalmente la lección que su sabio maestro quería enseñarle. Era obvio que la muerte del animal fue el principio de una vida de nuevas y mayores oportunidades.



El maestro, quien había permanecido en silencio escuchando el fascinante relato del hombre, llevó al joven a un lado y le preguntó en voz baja:



-¿Tú crees que si esta familia aún tuviese su vaca, habría logrado todo esto?



-Seguramente no –respondió el joven.



-¿Comprendes ahora? La vaca, además de ser su única posesión, era también la cadena que los mantenía atados a una vida de conformismo y mediocridad. Cuando ya no contaron más con la falsa seguridad que les daba sentirse poseedores de algo, así sólo fuera una flacucha vaca, tomaron la decisión de esforzarse por buscar algo más.



-En otras palabras, la vaca, que para sus vecinos era una bendición, les daba la sensación de no estar en la pobreza total, cuando en realidad vivían en medio de la miseria.



-¡Exactamente! –respondió el maestro-. Así sucede cuando tienes poco, porque lo poco que tienes se convierte en una cadena que no te permite buscar algo mejor. El conformismo se apodera de tu vida. Sabes que no eres feliz con lo que posees, pero tampoco eres totalmente miserable. Estás frustrado con la vida que llevas, mas no lo suficiente como para cambiarla. ¿Ves lo trágico de la situación?



-Cuando tienes un trabajo que odias, con el que no logras satisfacer tus necesidades económicas mínimas y no te trae absolutamente ninguna satisfacción, es fácil tomar la decisión de dejarlo y buscar uno mejor.



No obstante, cuando tienes un trabajo que no te gusta, pero que cubre tus necesidades mínimas y te ofrece cierta comodidad aunque no la calidad de vida que verdaderamente deseas para ti y tu familia, es fácil conformarte con lo poco que tienes.



Es fácil caer presa del dar gracias ya que por lo menos cuentas con algo… Después de todo, hay muchos que no tienen nada y quisieran contar con el trabajo que tú tienes.



Esta idea es similar a aquella vaca y, a menos que te deshagas de ella, no podrás experimentar un mundo distinto al que has vivido. Estás condenado a ser víctima de por vida de estas limitaciones que tú mismo te has encargado de establecer. Es como si hubieses decidido vendar tus ojos y conformarte con tu suerte.



Todos tenemos vacas en nuestras vidas. Llevamos a cuestas creencias, excusas y justificaciones que nos mantienen atados a una vida de mediocridad. Poseemos vacas que no nos dejan buscar mejores oportunidades.



Cargamos con pretextos y disculpas para explicar por qué no estamos viviendo la vida que queremos. Nos damos excusas que ni nosotros mismos creemos, que nos dan un falso sentido de seguridad cuando frente a nosotros se encuentra un mundo de oportunidades que sólo podremos apreciar si matamos a nuestras vacas.



«Qué gran lección», pensó el joven discípulo a inmediatamente reflexionó acerca de sus propias vacas. Durante el resto del viaje recapacitó acerca de todas aquellas limitaciones que él mismo se había encargado de adquirir a lo largo de su vida.



Prometió liberarse de todas las vacas que lo mantenían atado a una existencia de mediocridad y le impedían utilizar su verdadero potencial.



Indudablemente, aquel día marcaba el comienzo de una nueva vida, ¡una vida libre de vacas!

El Queso magico


Érase una vez cuatro amiguitos llamados Fisgón. Escurridizo, Hem y Haw. Cada mañana se calzaban sus zapatillas de deporte y se preparaban para salir en busca de lo que les hacía felices: ¡el Queso Mágico! El Queso Mágico es algo muy especial porque, cuando lo encuentras, ¡te hace sentir muy bien contigo mismo!

Pero el Queso Mágico estaba escondido en alguna parte del Gran Laberinto donde había muchos, muchos lugares distintos adonde ir. Fisgón y Escurridizo eran muy listos y siempre se acordaban de dónde habían estado antes, de modo que no perdían el tiempo buscando el Queso en lugares viejos, sino que lo buscaban en sitios nuevos.

Fisgón tenía un gran hocico, con el que olfateaba el aire para averiguar dónde estaba el Queso. Escurridizo era raudo y veloz y siempre se apresuraba a salir en busca del Queso.

Hem y Haw también eran muy astutos. Leían constantemente libros y estudiaban los mapas para encontrar el Queso Mágico.
-Probemos por aquí –decía Haw.
-No estoy muy seguro –le respondía Hem.
Como Hem y Haw no querían perderse en ningún oscuro rincón, avanzaban lentamente por el Laberinto, pasito a pasito. Día tras día, nuestro cuatro amigos recorrían el Gran Laberinto en busca del Queso.

Atravesaban zonas oscuras y se metían en callejones sin salida, pero daban la vuelta y reanudaban la búsqueda en otra dirección.

De repente, un buen día, sucedió algo maravilloso. Nuestros cuatro personajes encontraron un lugar especial. ¿Qué crees tú que habían hallado? ¡Habían encontrado el Queso Mágico! Estaba en una gran sala llamada Estación Quesera C. Siempre había estado allí, aguardando a que alguien lo encontrara.
-¡Yupi! –gritó Haw.
-¡Hurra! –exclamaron Fisgón y Escurridizo.
Hem dijo:
-¡Aquí tenemos Queso suficiente para siempre!

A Fisgón le gustaban las lonchas de color naranja, que olían tan bien. Escurridizo se deleitaba mordisqueando los trocitos amarillos de queso duro. A Hem le gustaba el queso con agujeros, mientras que Haw prefería aquel otro blandito, de color blanco y con forma de rueda. Todos ellos comenzaron a imaginar lo que el Queso Mágico les podía proporcionar.

Fisgón se veía a sí mismo jugando con nuevos amigos en el Parque del Queso Azul. Escurridizo se imaginaba marcando el gol de la victoria en el gran Campeonato de Fútbol del Queso. La fantasía de Haw era que sacaba buenas notas en la Escuela Primaria del Brie, y Hem soñaba que vivía en una gran mansión en la cima de la Colina del Queso Suizo. Más tarde, al caer la noche, todos ellos regresaron a sus casitas.

A la mañana siguiente, Fisgón y Escurridizo se levantaron pronto, se calzaron sus zapatillas de deporte, y se adentraron corriendo en el Laberinto, directamente hacia la Estación Quesera C. Cuando llegaron a ella, lo primero que hizo Fisgón fue oler el Queso para ver si seguía fresco, mientras que Escurridizo tomaba medidas para saber cuánto quedaba.

Cuando quedaron convencidos de que había Queso suficiente para todo el día, se sacaron las zapatillas y se las colgaron del cuello, de modo que pudieran encontrarlas con facilidad cuando las necesitaran. Finalmente, Fisgón y Escurridizo se instalaron cómodamente y comenzaron a darse su festín de Queso Mágico.

Mientras tanto, Hem y Haw seguían durmiendo. «Ya sabemos dónde está el Queso», pensó Hem. «No hay por qué correr.» Bostezando, Haw se dijo:«Se está bien en la camita, creo que voy a dormir un ratito más.»

Cuando por fin llegaron a la Estación Quesera C, Hem y Haw se acomodaron como en su propia casa. Hem se construyó incluso un sillón de Queso para estar más cómodo. Haw escribió en una de las paredes: TENER QUESO TE HACE FELIZ.

Día tras día, Fisgón y Escurridizo madrugaban, se apresuraban para llegar pronto a la Estación Quesera C, y comprobaban el Queso para saber qué estaba pasando. Sin embargo, Hem y Haw se levantaban cada día más tarde.

No prestaban demasiada atención al Queso ya que daban por sentado que siempre estaría allí. ¿Te das cuenta tú de lo que estaba pasando con el Queso?

Finalmente, una mañana Fisgón y Escurridizo llegaron como de costumbre pronto a la Estación Quesera C, y se encontraron con que el Queso ¡había desaparecido! Aquello no los pilló por sorpresa porque ya se habían dado cuenta de que la reserva de Queso era cada vez más pequeña. Sabían que había llegado el momento de volver al Laberinto en busca de Queso Nuevo.
-Estoy seguro de que será tan bueno como el Queso Viejo –afirmó Escurridizo.
-Incluso mejor, -aseguró Fisgón-. Sí ¡el Queso Nuevo será sin duda mejor!

Mucho más tarde, Hem y Haw llegaron a la Estación Quesera C y se la encontraron vacía. Miraban anonanados a su alrededor, ¡no podían dar crédito a sus ojos!
Hem exclamó:
-¡¿Cómo?! ¡¿No hay Queso?! ¡¿Quién se ha llevado mi Queso?!
Hem se enfadó muchísimo. Estaba absolutamente convencido de que el Queso iba a ser suyo para siempre; él se lo merecía, pasara lo que pasase. Dando saltos se puso a gritar:
-¡NO ES JUSTO!
Haw estaba tan disgustado como Hem pero no gritaba ni pateaba. Por el contrario, se quedó quieto como una estatua, sin saber qué hacer. ¡Estaba desconcertado! Luego se dio cuenta de algo.-Hem –dijo, ¿dónde están Fisgón y Escurridizo?
Mirando a su alrededor, Hem le respondió:
-No lo sé.
-Apuesto a que han vuelto al Laberinto para buscar Queso Nuevo –dijo Haw-. Tal vez sea eso lo que nosotros deberíamos hacer también.
-No, no quiero –respondió Hem-, todo es demasiado confuso ahí fuera, en el Laberinto. ¿No te acuerdas de lo que nos costó encontrar este Queso? Es más seguro quedarse aquí y esperar a que nos devuelvan el Queso Viejo.
Escuchando a su amigo, a Haw también le entró miedo.
-Creo que tienes razón, Hem –dijo finalmente Haw.

El día siguiente, Hem y Haw volvieron a la Estación Quesera C vacía esperando que, de algún modo, el Queso regresara. Esperaron y esperaron un día tras otro... confiando en que las cosas volvieran a ser como antes.

Mientras tanto, Fisgón y Escurridizo se dedicaban a fisgonear y corretear por el Laberinto, en busca de Queso Nuevo. De vez en cuando encontraban algo de Queso Mágico y se detenían para tomar un tentempié.

Nunca de olvidaban de dejar algo para sus amigos Hem y Haw. Al cabo de un tiempo descubrieron una nueva parte del Laberinto. Se llamaba Estación Quesera N. ¡La cantidad de Queso era allí DIEZ VECES mayor que en la antigua Estación Quesera C!

Pero Hem y Haw seguían esperando en vano en la Vacía Estación Quesera C. Finalmente Haw se quedó mirando a su compañero y se echó a reír.
-Haw, Haw. Fíjate en nosotros. Damos risa. Las cosas han cambiado pero nosotros no.
Hem estaba demasiado enojado como para reírse. Sin embargo, Haw comprobó que reírse de sí mismo le hacía sentirse mejor. Entonces escribió en la pared: ¿QUÉ ES LO QUE HARÍAS SI NO TUVIESES MIEDO? Haw conocía la respuesta.
-Volvamos al Laberinto, Hem –le dijo a su amigo.
Pero Hem se negó. Por primera vez, Haw no hizo caso a Hem. Le dijo:
-Ha llegado el momento de cambiar y de encontrar Queso Mágico Nuevo.
Y gritando «¡Es hora de aventurarse en el Laberinto!», Haw salió corriendo. Al principio estaba nervioso porque no sabía lo que podría suceder. Pero cuanto más pensaba en cómo iba a disfrutar del Queso Mágico Nuevo cuando lo encontrara, más confianza en sí mismo tenía. Se sentía libre y se preguntaba: ¿Por qué me siento tan bien?»

Haw se dio cuenta de que se sentía tan bien porque ya no estaba asustado. Entonces escribió en la pared: CUANDO DEJAS DE TENER MIEDO, ¡TE SIENTES BIEN!
Haw esperaba que Hem pasara por allí y leyera sus mensajes en la pared. Incluso dibujó flechas para indicarle a su amigo el camino que iba siguiendo. Luego siguió corriendo por el Laberinto hasta que, de repente, se topó con la Estación Quesera E, en la que encontró... ¡nada!

La Estación Quesera E estaba completamente vacía, a excepción de algunos trocitos de Queso. «Seguro que aquí antes había más Queso. Probablemente Fisgón y Escurridizo se lo comieron», se dijo. «Si hubiera cambiado más rápido, podría haberlo compartido con ellos.»
Salió de nuevo al Laberinto pero antes de echar a correr escribió en la pared de la Estación Quesera E: CUANTO ANTES TE DESPRENDAS DEL QUESO VIEJO, ANTES ENCONTRARÁS ¡QUESO NUEVO!

A medida que Haw recorría nuevas zonas del Laberinto, se encontraba más y más trocitos de Queso Mágico. Su sabor no se parecía en nada al del Queso Viejo. Aquello le sorprendió. «¡Sabe mejor! Iré en busca de Hem para contárselo.»
De modo que dio marcha atrás por el Laberinto, en busca de su amiguito Hem en la Estación Quesera C. Cuando llegó, se encontró a Hem tendido en el suelo.
-¡Hem, Hem! –le gritó.
Hem le respondió débilmente:
-Haw, me alegro de verte de nuevo. Aquí estoy muy solo. ¿Encontraste más Queso por ahí? ¿Del que a mi me gusta, con agujeros?
-Bueno, la verdad es que no –respondió Haw-, pero he encontrado algunos trocitos de Queso Mágico Nuevo. Es realmente delicioso. Ten, pruébalo tú mismo.
-Oh no –le dijo Hem-, no creo que me gustara. Esperaré a que me devuelvan mi Queso Viejo.
-Hem, el Queso Viejo se acabó – respondió Haw-. Es hora de buscar Queso Nuevo. Ya sé que al principio da un poco de miedo, pero cuando te pones en marcha ¡es divertido!-No – respondió testarudo Hem.
De modo que, muy a su pesar, Haw se despidió de su amigo y se adentró de nuevo en el Laberinto.
Haw estaba triste porque su amigo no quería cambiar. Pero él no iba a quedarse en Estación Quesera C vacía, compadeciéndose de sí mismo. Quería explorar a fondo el Laberinto porque estaba seguro de que podía encontrar Queso Nuevo. Pronto Haw estaba corriendo de nuevo por el Laberinto.
-Me siento bien porque he cambiado. Estoy haciendo algo nuevo y ¡es divertido! Me gusta mi nuevo yo –exclamó.

Entonces Haw se adentró en la parte más sombría del Laberinto. Para ayudarse a hallar el camino, se imaginaba su Queso Nuevo. Se veía a sí mismo encontrándolo y disfrutando de ese Queso Mágico Nuevo. ¡Cada vez se sentía mejor! Pensó: «Imaginar el Queso es como soñar con él estando completamente despierto. ¡Parece tan real!»
¿Cómo crees que podría ser tu Queso Nuevo?
Cuanto más se imaginaba Haw a sí mismo encontrando algo mejor, más fácil le resultaba hallar el camino. Se detuvo un momento para escribir en la pared: ¡IMAGINAR TU QUESO NUEVO TE AYUDA A ENCONTRARLO!

Al avanzar un poco más, se encontró en un parte del Laberinto llena de nuevos olores y colores, más luminosa y acogedora. Luego, al doblar una esquina, Haw se quedó absolutamente perplejo por lo que vio.
¿Adivinas lo que era?
¡Allí, frente a él, estaba la Estación Quesera N!
-¡Vaya! –exclamó-. ¡Fíjate en todo ese Queso Mágico Nuevo!Y tal como había imaginado, entró en la Estación. Una vez en su interior, exclamó:
-¡Esto es realmente mejor que el Queso Viejo!
¡Su sueño se había hecho realidad! ¡Se sentía tan feliz! Entonces escuchó unas risas. Allí estaban Fisgón y Escurridizo, muy contentos de ver que Haw había llegado por fin.
Haw pensó:«Debería haber buscado el Queso Nuevo mucho antes, como hicieron Fisgón y Escurridizo.»
Haw ayudó a Escurridizo a medir el Queso para saber cuánto había realmente.
-A partir de ese momento –aseguró Haw-, voy a prestar atención a lo que vaya ocurriendo con el Queso.
Acto seguido escribió uno de sus mensajes en la pared: OLFATEA EL QUESO A MENUDO PARA SABER CUÁNDO COMIENZA A ENVEJECER.
Más tarde, Haw reflexionó sobre su viaje por el Laberinto. ¡Había aprendido mucho! Recordó cuando aún pensaba que los cambios le ocurrían a él, como cuando alguien se llevó el Queso de la Estación Quesera C.

Ahora se daba cuenta de que los mejores cambios son los que ocurren dentro de uno mismo, como cuando crees que un cambio te puede conducir a algo mejor.
Tras recordar sus andanzas en el Laberinto, escribió en la pared lo que había aprendido:

LOS MENSAJES DE LA PARED:
Tener Queso te hace feliz.¿Qué es lo que harías si no tuvieses miedo?Cuando dejas de tener miedo, ¡te sientes bien!Cuanto antes te desprendas del Queso Viejo, antes encontrarás ¡Queso Nuevo!¡Imaginar tu Queso Nuevo te ayuda a encontrarlo!Olfatea el Queso a menudo para saber cuándo comienza a envejecer.Dirígete hacia el Queso Nuevo ¡y disfrútalo!

De repente, a Haw le pareció escuchar un sonido procedente del Laberinto. ¿Acaso llegaba alguien? ¿Habría seguido Hem sus indicaciones en las paredes y habría encontrado el camino? Haw cruzó los dedos y volvió la cabeza. Deseaba con todas sus fuerzas que, finalmente, Hem hubiera conseguido....

¿Crees que Hem cambió?¿Te pareces a Fisgón, a Escurridizo, a Hem o a Haw?¿Podía Haw cambiar a su amigo Hem? ¿O sólo puede cambiarse uno mismo?¿Qué haces tú cuando te quitan el Queso?¿Cuál sería tu Queso Mágico Nuevo?¿Qué podrías hacer hoy para cambiar y ganar?

Spencer Johnson

El pajaro















Érase una vez un pájaro, adornado con un par de alas perfectas y plumas relucientes, coloridas y maravillosas. En fin, un animal hecho para volar libre e independiente, para alegrar a quien lo observase.

Un día una mujer lo vio y se enamoró de él. Se quedó mirando su vuelo con la boca abierta de admiración, con el corazón latiéndole más de prisa, con los ojos brillantes de emoción. Lo invitó a volar con ella, y los dos viajaron por el cielo en completa armonía. Ella admiraba, veneraba, adoraba al pájaro.

Pero entonces pensó:

-¡Tal vez quiera conocer algunas montañas distantes!.

Y la mujer tuvo miedo. Miedo de no volver a sentir nunca más aquello con otro pájaro. Y sintió envidia, envidia de la capacidad de volar del pájaro.

Y se sintió sola.

Y pensó:

-Voy a poner una trampa. La próxima vez que el pájaro venga, no volverá a marcharse.

El pájaro, que también estaba enamorado, volvió al día siguiente, cayó en la trampa y fue encerrado en la jaula.

Todos los días ella miraba al pájaro. Allí estaba el objeto de su pasión, y se lo enseñaba a sus amigas, que comentaban:

-Eres una persona que lo tiene todo.

Sin embargo, empezó a producirse una extraña transformación: como tenía al pájaro, y ya no tenía que conquistarlo, fue perdiendo el interés.

El pájaro, sin poder volar ni expresar el sentido de su vida, se fue consumiendo, perdiendo el brillo, se puso feo, y ella ya no le prestaba atención, excepto para alimentarlo y limpiar la jaula.

Un buen día, el pájaro murió. Ella se puso muy triste, y no dejaba de pensar en él. Pero no recordaba la jaula, recordaba sólo el día que lo había visto por primera vez, volando contento entre las nubes.

Si profundizase en sí misma, descubriría que aquello que la emocionaba tanto del pájaro era su libertad, la energía de las alas en movimiento, no su cuerpo físico. Sin el pájaro, su vida también perdió sentido, y la muerte vino a llamar a su puerta.

-¿Por qué has venido, -le preguntó la muerte.

-Para que puedas volar de nuevo con él por el cielo –respondió la muerte-. Si lo hubieses dejado partir y volver siempre, lo admirarías y lo amarías todavía más; sin embargo, ahora necesitas de mí para poder encontrarlo de nuevo.

El deseo de la hija del emperador


Había una vez un emperador chino cuya hija estaba a punto de celebrar de decimoséptimo cumpleaños. El emperador decidió que en lugar de darle una sorpresa, ella era lo suficientemente mayor para saber qué quería como regalo de cumpleaños. Así que le preguntó a su hija, diciéndole que era su deseo darle cualquier cosa que quisiera.

-Me gustaría que me regalaras la luna, -le dijo ella.

El emperador se sorprendió mucho, pero como le había prometido lo que quisiera, hizo llamar a su mejor ingeniero y le dijo que su tarea era traerle la luna a su hija. El ingeniero se inquietó mucho, pero formó un grupo de trabajadores para conseguir una torre de bambú que llegara hasta la luna.

La estructura llegó hasta el cielo, pero cuanto más alta era, más inestable era, y al final se fue abajo, matando a 50 hombres que estaban trabajando en ella en esos momentos.

El emperador se puso furioso, y le espetó al ingeniero:

-No sólo no has conseguido traerle la luna a mi hija, sino que también has matado a 50 de mis hombres en el proceso.

Y le mandó a matar.

El científico más destacado del país, que estaba muy afectado por el error del ingeniero, fue llamado entonces por el emperador con la misma petición. Se trataba de un hombre muy inteligente, y decidió utilizar la última tecnología para llevar a cabo la tarea.

Construyó un cohete para rodear la luna, y atraerla hasta la tierra con un gran gancho. Al final, lanzó el cohete con algunos de los mejores técnicos que pudo encontrar.

Pero cuando despegó, el cohete explotó en mil pedazos, matando a todos sus tripulantes. El emperador se enfadó aún más que antes, e hizo matar al científico.

Entonces acudió frustrado al filósofo y le dio la tarea de traer la luna a su hija. El filósofo pensó detenidamente y le dijo a la hija del emperador:

-He oído que quieres la luna para tu cumpleaños.

-Así es- contestó ella.

-¿Qué es la luna?-le preguntó él.

Ella contestó gesticulando con las manos:

-Es una gran bola blanca así de grande.

Así que el filósofo encontró una gran bola blanca del tamaño que ella le había indicado y se la dio al emperador para que se la regalara a su hija. Y todos vivieron felices por siempre jamás.

La oruga


Había una vez una oruga que vivía en un gran árbol del parque. Cada día la oruga iba mordisqueando las hojas que encontraba en su camino, sin prestar atención a nada más.

Pero un día la oruga se dio cuenta de que había algo lleno de colores volando por encima del árbol. Se quedó deslumbrada con los naranjas y azules luminosos que captaban la luz del sol y cuando esta brillante criatura voló cerca de la oruga, ésta pudo ver que era una hermosa mariposa.

La mariposa parecía flotar en el aire, rozando la rama en la que estaba sentada la oruga.

-¡Oh, mariposa, qué hermosa eres y con qué suavidad vuelas. Por favor, enséñame a volar como tú.

La mariposa se acercó y le sonrió a la oruga:

-Sé paciente, pequeña criatura, algún día, algún día.

Pero la oruga era impaciente y cuando la mariposa volvió a aparecer al día siguiente, aún más luminosa que antes y volando alrededor de las ramas del árbol, la oruga volvió a decirle:

-Por favor, mariposa, enséñame a volar como tú.

La mariposa le susurró al oído:

-Sé paciente y algún día lo harás.

La oruga estaba tan frustrada que decidió sacarse la idea de la cabeza de una vez por todas y olvidó su deseo de volar.

Entonces un día sucedió algo extraño. Parecía como si el mundo hubiese empezado a dar vueltas, un momento en una dirección y al instante siguiente en la otra dirección. A la oruga empezó a dolerle el estómago, y se sintió muy enferma.

Parecía como si todo se hubiera vuelto desdibujado y distante. El mundo seguía girando, a veces rápido y otras veces despacio. La oruga se quedó paralizada y cerró los ojos, pensando que se estaba muriendo.

Después de un rato, y no sabía cuanto había sido, el mundo pareció dejar de moverse y se sintió más ligera y libre. Le pareció que podía volver a moverse, y, al hacerlo, se dio cuenta de que tenía debajo el árbol, y el sol calentaba.

En la distancia pudo oír un ligero murmullo y se sintió atraída por el ruido. Era una pequeña voz que le decía:

-Por favor, enséñame a volar como tú.

-Paciencia, ya lo harás, ya lo harás.

Sólo entonces se dio cuenta de que se había convertido en una mariposa.

No se debe desear tener lo que los demas tienen, si es nuestro destino, al final lo tendremos, todo a su tiempo

El viaje


Un sultán decidió hacer un viaje en barco con algunos de sus mejores cortesanos. Se embarcaron en el puerto de Dubai y zarparon en dirección al mar abierto.

Entretanto, en cuanto el navío se alejó de tierra, uno de los súbditos, que jamás había visto el mar y había pasado la mayor parte de su vida en las montañas, comenzó a tener un ataque de pánico.

Sentado en la bodega de la nave, lloraba, gritaba y se negaba a comer o a dormir. Todos procuraban calmarlo, diciéndole que el viaje no era tan peligroso, pero aunque las palabras llegasen a sus oídos no llegaban a su corazón.

El sultán no sabía qué hacer, y el hermoso viaje por aguas tranquilas y cielo azul se transformó en un tormento para los pasajeros y la tripulación.

Pasaron dos días sin que nadie pudiese dormir con los gritos del hombre. El sultán ya estaba a punto de mandar volver al puerto cuando uno de sus ministros, conocido por su sabiduría, se le aproximó:

-Si su alteza me da permiso, yo conseguiré calmarlo.

Sin dudar un instante, el sultán le respondió que no sólo se lo permitía, sino que sería recompensado si conseguía solucionar el problema.

El sabio entonces pidió que tirasen al hombre al mar. En el momento, contentos de que esa pesadilla fuera a terminar, un grupo de tripulantes agarró al hombre que se debatía en la bodega y lo tiraron al agua.

El cortesano comenzó a debatirse, se hundió, tragó agua salada, volvió a la superficie, gritó más fuerte aún, se volvió a hundir y de nuevo consiguió reflotar. En ese momento, el ministro pidió que lo alzasen nuevamente hasta la cubierta del barco.

A partir de aquel episodio, nadie volvió a escuchar jamás cualquier queja del hombre, que pasó el resto del viaje en silencio, llegando incluso a comentar con uno de los pasajeros que nunca había visto nada tan bello como el cielo y el mar unidos en el horizonte.

El viaje, que antes era un tormento para todos los que se encontraban en el barco, se transformó en una experiencia de armonía y tranquilidad.

Poco antes de regresar al puerto, el sultán fue a buscar al ministro:

-¿Cómo podías adivinar que arrojando a aquel pobre hombre al mar se calmaría?

-Por causa de mi matrimonio -respondió el ministro-. Yo vivía aterrorizado con la idea de perder a mi mujer, y mis celos eran tan grandes que no paraba de llorar y gritar como este hombre.

Un día ella no aguantó más y me abandonó, y yo pude sentir lo terrible que sería la vida sin ella. Sólo regresó después de prometerle que jamás volvería a atormentarla con mis miedos.

De la misma manera, este hombre jamás había probado el agua salada y jamás se había dado cuenta de la agonía de un hombre a punto de ahogarse. Tras conocer eso, entendió perfectamente lo maravilloso que es sentir las tablas del barco bajo sus pies.

-Sabia actitud– comentó el sultán.

-Está escrito en un libro sagrado de los cristianos, la Biblia: «Todo aquello que yo más temía, terminó sucediendo». Ciertas personas sólo consiguen valorar lo que tienen cuando experimentan la sensación de su pérdida.

La respuesta correcta


Una compañía estaba buscando nuevos ejecutivos y le hizo la siguiente pregunta escrita a casi doscientos candidatos de ambos sexos y les pidió la respuesta por escrito:

Está usted en vía a su casa en su carro deportivo, en medio de una terrible tormenta y pasa por delante de una parada de autobús y ve a tres personas:

Una viejita que está muy grave y que si no llega al hospital a tiempo, se muere.
Un médico, muy amigo suyo, quien le salvó la vida hace un par de años.
Y al ser más hermoso que haya visto en su vida, con quien siempre ha soñado y estaría dispuesto/a a pasar el resto de su vida con él/ella.
Como su auto es del tipo deportivo, sólo puede llevar a un pasajero.

¿Qué haría usted? ¿Cual sería tu acción a tomar?

Este es un problema de personalidad...
La vida de la viejita está en juego.
Al doctor que le salvó la vida, siempre en el futuro pudiera retribuirle de alguna manera
¿Pero, cómo haría para no perder ese perfecto amor?
De los doscientos candidatos, sólo uno consiguió el trabajo y su respuesta la encontrarás más abajo, pero antes piensa lo que tú harías en esta situación y después compárala con la respuesta de la única persona que fue contratada por la compañía.

Esta fue la respuesta de la única persona que pensó hacer lo correcto:

-Le doy las llaves del auto al doctor para que lleve a la viejita al hospital y yo me quedo en la parada y espero el autobús con la persona de mis sueños.

PRODUCTO TERMINADO



Se cuenta que alguna una vez, en Inglaterra, existía una pareja que gustaba de visitar las pequeñas tiendas del centro de Londres.
Una de sus tiendas favoritas era una en donde vendían vajillas antiguas. En una de sus visitas a la tienda vieron una hermosa tacita. "¿Me permite ver esa taza?", preguntó la señora, "¡nunca he visto nada tan fino como eso!"

En cuanto tuvo en sus manos la taza, escuchó que la tacita comenzó a hablar. La tacita le comentó: * "Usted no entiende! Yo no siempre he sido esta taza que usted está sosteniendo! Hace mucho tiempo yo sólo era un montón de barro amorfo. Mi creador me tomó entre sus manos y me golpeó y me amoldó cariñosamente. Llegó un momento en que me desesperé y le grité: "Por favor!! Ya déjame en Paz!", pero sólo me sonrió y me dijo: "aguanta un poco más, todavía no es tiempo."

Después me puso en un horno. Yo nunca había sentido tanto calor! Me pregunté porqué mi creador querría quemarme, así que toqué la puerta del horno. A través de la ventana del horno pude leer los labios de mi creador que me decían: "aguanta un poco más, todavía no es tiempo." Finalmente se abrió la puerta. Mi creador me tomó y me puso en una repisa para que me enfriara." Así está mucho mejor!" me dije a mí misma, pero apenas si me había refrescado cuando mi creador ya me estaba cepillando y pintándome. El color de la pintura era horrible! Sentía que me ahogaría! "Por favor detente!" le gritaba yo a mi creador, pero él sólo movía la cabeza haciendo un gesto negativo y decía "aguanta un poco más, todavía no es tiempo."

Al fin dejó de pintarme; pero esta vez me tomó y me metió nuevamente a otro horno! No era un horno como el primero, sino que era mucho más caliente! Ahora sí estaba segura que me sofocaría! Le rogué y le imploré que me sacara! Grité, lloré, pero mi creador sólo me miraba diciendo "aguanta un poco más, todavía no es tiempo."

En ese momento me di cuenta que no había esperanza! Nunca lograría sobrevivir a ese horno! Justo cuando estaba a punto de darme por vencida se abrió la puerta y mi creador me tomó cariñosamente y me puso en una repisa que era aún más alta que la primera. Allí me dejó un momento para que me refrescara.

Después de una hora de haber salido del segundo horno, me dio un espejo y me dijo: "Mírate! Ésta eres tú!" Yo no podía creerlo! Ésa no podía ser yo! Lo que veía era hermoso! Mi creador nuevamente me dijo: "Yo sé que te dolió haber sido golpeada y amoldada por mis manos, pero si te hubiera dejado como estabas, te hubieras secado. Sé que te causó mucho calor y dolor estar en el primer horno, pero de no haberte puesto allí, seguramente te hubieras estrellado. También sé que los gases de la pintura te provocaron muchas molestias, pero de no haberte pintado tu vida no tendría color. Y si yo no te hubiera puesto en ese segundo horno, no hubieras sobrevivido mucho tiempo, porque tu dureza no habría sido la suficiente para que subsistieras. Ahora tú eres un producto terminado! Eres lo que yo tenía en mente cuando te comencé a formar!".

Igual pasa con nosotros. Dios nunca nos va a tentar ni a obligar a que vivamos algo que no podamos soportar. Dios sabe lo que está haciendo con cada uno de nosotros. Él es el artesano y nosotros somos el barro con el cual Él trabaja. Nos amolda y nos da forma para que lleguemos a ser una pieza perfecta y podamos cumplir con su voluntad.

Espero que al igual que a mí, esta historia nos ayude un poco a comprender lo mucho que Dios nos ama y que no nos da más de lo que no podamos soportar..."

Papito... Cuanto me amas?



El día que mi María José nació, en verdad no sentí gran alegría, porque la decepción que sentía, parecía ser más grande que el gran acontecimiento que representa tener una hija.
Yo quería un varón! A los dos días de haber nacido, fui a buscar a mis dos mujeres, una lucía pálida y agotada y la otra radiante y dormilona.

En pocos meses me deje cautivar por la sonrisita de mi María José y por la infinita inocencia de su mirada fija y penetrante, fue entonces cuando empecé a amarla con locura. Su carita, su sonrisita y su mirada no se apartaban ni por un instante de mis pensamientos, todo se lo quería comprar, la miraba en cada niño o niña, hacia planes sobre planes, todo sería para mi María José.

Este relato era contado a menudo por Randolf, el padre de María José y yo también sentía gran afecto por la niña que era la razón mas grande para vivir de Randolf según decía él mismo. Una tarde, estaba mi familia y la de Randolf haciendo un picnic a la orilla de un río cerca de casa y la niña entabló una conversación con su papá, todos escuchábamos:
- Papi... cuando cumpla quince años ¿Cuál será mi regalo?

- Pero mi amor, si apenas tienes diez añitos, ¿No te parece que falta mucho para esa fecha?
- Bueno papito,... tu siempre dices que el tiempo pasa volando, aunque yo nunca lo he visto por aquí.

La conversa ión se extendía y todos participamos de ella. Al caer el sol regresamos a nuestras casas. Una mañana me encontré con Randolf enfrente del colegio donde estudiaba María José, quien ya tenía catorce años. Randolf se veía muy contento y la sonrisa no se apartaba de su rostro. Con gran orgullo me mostraba las calificaciones de María José, eran notas impresionantes, ninguna bajaba de diez puntos y los estímulos que le habían escrito sus profesores eran realmente conmovedores, felicité al dichoso papá.

María José ocupaba toda la alegría de la casa, en la mente y en el corazón de la familia, especialmente en el de su papá. Fue un Domingo muy temprano cuando nos dirigíamos a misa, cuando María José tropezó con algo, eso creíamos todos y dio un traspié, su papá la agarró de inmediato para que no cayera... Ya instalados en la Iglesia, vimos como María José fue cayendo lentamente sobre el banco y casi perdió el conocimiento.

La tomamos en brazos, mientras su papá buscaba un taxi hacia el hospital. Allí permaneció por diez días y fue entonces cuando le informaron que su hija padecía una grave enfermedad que afectaba seriamente su corazón, pero no era algo definitivo, que deberían practicarle otras pruebas para dar un diagnóstico firme.

Los días iban pasando, Randolf renunció a su trabajo para dedicarse al cuidado de María José, su madre quería hacerlo pero decidieron que ella trabajaría, pues sus ingresos eran superiores a los de él. Una mañana Randolf se encontraba al lado de su hija, cuando ella le preguntó:

- Voy a morir, no es cierto? Te lo dijeron los doctores?
- No mi amor... no vas a morir, Dios que es tan grande, no permitiría que pierda lo que más he amado sobre este mundo, respondió el padre.

- Las personas cuando mueren van a algún lugar? Pueden ver desde lo alto a su familia? Sabes si pueden volver?

- Bueno hija... en verdad nadie ha regresado de allá a contar algo sobre eso pero si yo muriera, no te dejaría sola, estando en el más allá buscaría la manera de comunicarme contigo, en última instancia utilizaría el viento para venir a verte.

- Al viento? Y como lo harías?

- No tengo la menor idea hijita, solo sé que si algún día muero, sentirás que estoy contigo, cuando un suave viento roce tu cara y una brisa fresca bese tus mejillas.

Ese mismo día por la tarde, llamaron a Randolf, el asunto era grave, su hija estaba muriendo. Necesitaban un corazón, pues el de ella no resistiría sino unos quince o veinte días más.

¡UN CORAZON! ¿Dónde hallar un corazón? ¿Lo venderían en la farmacia acaso, en el supermercado o en una de esas grandes tiendas que propagan por radio y televisión? ¡Un corazón! ¿Dónde Dios mío?
Ese mismo mes, María José cumpliría sus quince años. Y fue el viernes por la tarde cuando consiguieron un donante, una esperanza iluminó los ojos de todos, las cosas iban a cambiar. El Domingo por la tarde ya María José estaba operada, todo salió como los médicos lo habían planeado.

¡Éxito total! Sin embargo, Randolf todavía no había vuelto por el hospital y María José lo extrañaba muchísimo, su mamá le decía que ya todo estaba muy bien y que su papito sería el que trabajaría para sostener la familia.

María José permaneció en el hospital por quince días que más, los médicos no habían querido dejarla ir hasta que su corazón estuviera firme y fuerte y así lo hicieron. Al llegar a casa todos se sentaron en un enorme sofá y su mamá con los ojos llenos de lagrimas le entrego una carta de su padre:

"María José, hijita de mi corazón: Al momento de leer mi carta, ya debes tener quince años y un corazón fuerte latiendo en tu pecho, esa fue la promesa que me hicieron los médicos que te operaron. No puedes imaginarte ni remotamente cuanto lamento no estar a tu lado en este instante. Cuando supe que ibas a morir, decidí dar respuesta a una pregunta que me hiciste cuando tenias diez añitos y a la cual no respondí. Decidí hacerte el regalo más hermoso que nadie jamás haría por ti hija mía... Te regalo mi vida entera sin condición alguna, para que hagas con ella lo que quieras. ¡¡Vive hija!! ¡¡Te amo con todo mi corazón!!"

María José lloró todo el día y toda la noche. Al día siguiente fue al cementerio y se sentó sobre la tumba de su papá; lloró como nadie lo ha hecho y susurró: "Papi... ahora puedo comprender cuanto me amabas, yo también te amaba y aunque nunca te lo dije, ahora comprendo la importancia de decir "Te Amo" y te pediría perdón por haber guardado silencio tantas veces".

En ese instante las copas de los árboles se mecieron suavemente, cayeron algunas hojas y florecillas, y una suave brisa rozó las mejillas de María José, alzó la mirada al cielo, intento secar las lágrimas de su rostro, se levantó y emprendió regreso a su hogar.

lunes, 29 de diciembre de 2008

Bizcochos y Gaseosas



Había una vez un chiquillo que quiso conocer a Dios. Sabía que era un largo viaje hasta donde Dios vivía, así que se hizo la maleta con bizcochos y varias latas de bebida gaseosa y empezó su viaje.
Después de haber andado tres manzanas, vio a una anciana que estaba sentada en un banco de un parque viendo las palomas. El chiquillo se sentó al lado de ella y abrió su maleta. Estaba a punto de beber su bebida cuando se dio cuenta que la mujer parecía hambrienta, así que lo ofreció una magdalena. Ella lo aceptó muy agradecida y le sonrió.

Su sonrisa era tan maravillosa que él la quiso ver otra vez, así que le ofreció un poco de bebida también. Otra vez ella sonrió. El chiquillo estaba encantado.

Estuvieron toda la tarde allí, comiendo y sonriendo, sin decir una palabra.

Cuando empezó a anochecer, el chiquillo se dio cuenta de lo cansado que estaba y quiso ir a casa. Se levanto para irse, después de haber andado unos pocos pasos se volvió y corrió hacia la anciana, dándole un gran abrazo. Ella le dio su mejor sonrisa.

Cuando el chiquillo llegó a casa su madre se sorprendió de la alegría en su cara. Le preguntó; -¿Porqué estas tan contento hoy?- Él respondió; - He almorzado con Dios.- Antes de que su madre pudiera decir nada añadió; - ¿Sabes qué? ¡Tiene la sonrisa más bonita del mundo!

Mientras tanto, la anciana también volvió a su casa radiante de alegría. La mirada de paz dejo anonadado a su hijo. Él preguntó; - Madre, ¿Qué te ha hecho tan feliz, hoy?- Ella respondió- He comido bizcochos en el parque con Dios. Antes de que su hijo pudiera responder, añadió; -¿Sabes? Es mucho más joven de lo que esperaba.-
Muchísimas veces desestimamos el poder de una caricia, de una sonrisa, una palabra amable, alguien que te escuche, un complemento o el más pequeño acto de cariño; todos con el potencial de cambiar una vida. ¡No tomes a nadie por descontado y acepta con alegría a todos por igual!

El Cuento De La Montaña



Un hijo y su padre estaban andando por las montañas...

De repente el hijo se hizo daño y gritó -¡Aaaaaahhhhhh!- Sorprendido oyó como la voz se repetía en algún lugar de la montaña:-¡Aaaaaahhhhhh!- Con curiosidad, gritó, -¿Quién eres?- Se enfadó con la respuesta y gritó -¡Cobarde!- Recibió la respuesta ¡Cobarde!-

Miró a su padre y preguntó - ¿Qué esta pasando? El padre se sonrió y dijo, -Hijo mío, presta atención.- El padre gritó a la montaña -¡Te admiro!- La voz respondió - ¡Te admiro!-

Otra vez gritó el hombre - ¡Eres un campeón!- La voz respondió - ¡Eres un campeón!-

El chico se sorprendió, pero no entendió. Así que su padre explicó – La gente lo llama Eco, pero la verdad es que es la vida.-

Nuestra vida es simplemente un reflejo de nuestras acciones. Si quieres que haya más amor en el mundo, crea más amor en tu corazón.

Si quieres que haya más competencia en tu equipo, mejora tu competencia. Se puede aplicar esa relación a todo, a todos los aspectos de la vida; La vida devolverá todo lo que te la has dado.

Tu vida no es una coincidencia. ¡Es un reflejo de ti!

Estoy Volando



Había una vez un chiquillo que vivía en un orfanato.

El chiquillo siempre deseaba volar como un pájaro. Le costo entender porque no pudo volar. Había pájaros en el zoo mucho más grandes que él y ellos podían volar. -¿ Porqué no puedo volar?- pensaba , - ¿Hay algo defectuoso conmigo?- se preguntaba.

Había otro chiquillo que era cojo. Siempre había deseado andar y correr como los demás niños y niñas.

-¿Por qué no puedo ser como ellos?- pensaba.

Un día el huérfano, que quería volar como un pájaro, huyó del orfanato. Llego a un parque donde vio el chiquillo que no podía ni andar ni correr. Estaba jugando en la arena.

Se fue corriendo hacía el chiquillo y le preguntó si alguna vez había querido volar como un pájaro.

-No,- respondió el chiquillo que no pudo ni andar ni correr, - Pero si que me he preguntado como sería andar y correr como los demás niños.-

-¡Qué triste!- dijo el huérfano. -¿Piensas que podríamos ser amigos?- preguntó.

-Claro,- dijo el chiquillo.

Los dos chiquillos jugaron durante horas. Hicieron castillos de arena e hicieron unos ruidos graciosos con las bocas. Los ruidos los hicieron reír mucho. Entonces vino el padre del chiquillo con una silla de ruedas para llevarse a su hijo. El huérfano que siempre había querido volar se fue corriendo al padre del chiquillo y le susurró algo.

- Eso estaría bien.- dijo el hombre.

El chiquillo que siempre había querido volar como un pájaro se fue corriendo a su nuevo amigo y le dijo, - Eres mi único amigo, ojalá pudiera hacer algo para que anduvieras y corrieras como los demás niños, pero no puedo. Pero si que hay algo que puedo hacer por ti.- El huérfano se dio la espalda a su nuevo amigo y le pidió subir a su espalda. Entonces empezó a correr por la hierba. Corrió mucho y cada vez más rápido. Hizo que sus piernas trabajaran aún más. Esforzó más y más sus piernas. Pronto el viento soplo en las caras de los dos niños.

El padre del niño cojo empezó a llorar al ver a su hermoso hijo mover sus brazos arriba y abajo en el viento, mientras gritaba con todas sus fuerzas

-¡Estoy volando, Papa, Estoy Volando!

A mi madre le decían loca



A mi Madre le decían loca, pero no era loca, era profesora. Hablaba diferente. Decía: "Los ojos sirven para escuchar".

(*) Yo tenía diez años de edad. Un niño no comprende el lenguaje vertical y pensaba que quizá mi madre era loca.

Cierta vez me armé de valor y le pregunté: ¿Con qué miramos?

Mi madre me respondió: "Con el corazón".
Cuando mi madre se levantaba de buen humor cantaba: " Hoy me he puesto mi vestido de veinte años". Yo sabía que no tenía veinte años y la miraba,nada más. ¿Qué puede hacer un niño, sino escuchar?

Si mi madre estaba triste decía estar vestida de niebla.

" Hoy tengo ochenta años" -dijo-, cuando desaprobé un curso.

Al fin pude terminar la educación primaria. El día de la clausura llegó tarde. Se disculpó diciendo: "Hijito, me demoré porque estuve buscando mi vestido de Primera Comunión, ¿No ves mi vestido de Primera Comunión?". Miré a mi madre y no estaba vestida de Primera Comunión.

Después tuvo ese accidente fatal. Me llamó a su lado, cogió fuerte mis manos y dijo: "No tengas pena, la muerte no es para siempre" .

Pensé: mi madre no se da cuenta de lo que habla. Si uno muere es para siempre. Era niño y no entendía sus palabras. Ahora tengo cincuenta años y recién comprendo sus enseñanzas.

Sí, Madre. Podemos tener 20 años y al día siguiente ochenta. Todo depende de nuestro estado de ánimo.

Los ojos sirven para escuchar porque debemos mirar con atención a quien nos habla.

Para conocer la realidad esencial de una persona, tenemos que mirarla con el corazón.

La muerte no es para siempre, sólo muere lo que se olvida y a mi madre la recuerdo porque la quiero.

Ahora -en sueños platicamos- nos reímos de su método de enseñanza.
Aprendí a mirar con el corazón.
Una noche me dijo:

"He notado que te molestas si tus amigos te dicen loco y eso no está bien. Es natural que el hijo de una loca sea loco".

Entonces -por primera vez- repliqué a mi madre y le dije: "Madre, te equivocas, no siempre el hijo de una loca tiene que ser loco; a veces es poeta".

Por eso puedo decir con orgullo: "A mi madre le decían loca, pero no era loca, era profesora.

Me enseñó a descubrir la vida después de la muerte".

TU NOVIO - TU AMIGO


TU NOVIO - TU AMIGO
Tu tienes un novio que cuando te llama generalmente lo hace por cumplir un horario. Tu amigo lo hace sin horario, solo porque quiere hacerlo.
Tu novio va a visitarte porque es día de cita. Tu amigo te busca cualquier día, porque para él no hay citas.

Tu novio te acaricia y te besa porque se cree con derecho de hacerlo. Tu amigo lo hace con mas ternura y sin derechos, solo porque le nace.

Tu novio va contigo por la calle como quien lleva una bandera. Pero tu amigo es el único abanderado de tu corazón.

Piensa que tu novio te quiere por ser tu novio. Pero tu amigo te quiere mas siendo solo tu amigo.

Tu novio nunca te dirá la verdad por ser tu novio. Mientras que tu amigo nunca te mentirá por ser tu amigo.

Tu novio tendrá otros amores ocultos porque tu no le bastas. Tu amigo podrá tener otras amigas, pero ninguna oculta para ti.

Tu novio nunca quisiera dejar de ser tu novio y ser solo tu amigo. Tu amigo busca llegar a ser tu mejor amigo, sin ser nunca tu novio.

Tu novio piensa que solo puede llegar a quererte como novia. Tu amigo piensa que puede llegar a amarte, siendo solo tu amigo.

Dicen que son amores muuuuy diferentes, yo digo que tienen razón.

El amor de tu novio es por cumplir compromisos. El de tu amigo es mas sincero, porque no hay compromisos por cumplir.

Cuando te peleas con tu novio todo termina entre los dos. Con tu amigo no te peleas, porque no hay nada que terminar.

Pero tristemente te engañas a ti misma insistiendo tener novio y no a un amigo, por cumplir un compromiso con la sociedad, una apariencia distinta entre tus compañeras, o una disculpa en tu casa, en tu familia, ¿cómo poder estar o salir con él?, dirán: "como son novios hay que dejarlos".

¿Piensas que solo puedes llegar al altar vestida de blanco con tu novio-esposo?, pero... ¿será mas bello llegar al altar con tu amigo-esposo?

Después de la boda conocerás la otra mitad de la vida de tu novio que te ocultó.

Si te casas con tu amigo nada quedará oculto entre los dos.

Después de un año, o solo unos meses, cuando quizás al matrimonio lleguen la incomprensión y el desamor, y se termine la armonía y el cariño, quedarás sola y entonces añorarás a quien deberás amabas y ahora quisieras tener a tu lado: TU AMIGO DEL ALMA, QUE NUNCA TE OLVIDARÁ.

Por último solo me queda darles un consejo, aunque talvez no soy el indicado para hacerlo, pero lo hago con mucho cariño.

HOMBRES. Sean los mejores amigos de sus novias

MUJERES. Espero que tu también trates de ser la mejor amiga de tu novio.

LO PRINCIPAL EN UN NOVIAZGO ES LA AMISTAD, AUNQUE HAY QUIENES CREEN QUE NO EXISTE LA AMISTAD EN UNA PAREJA, YO CREO QUE SI. TU QUE CREES?,INTÉNTALO, VERAS QUE LA RELACIÓN QUE EXISTE ENTRE LOS DOS IRA MUCHO MEJOR.

Existe el amor eterno?


Existe el amor eterno?
La quise desde siempre pero ella nunca lo supo. Los años fueron pasando y yo seguí muy de cerca su vida, sus noviazgos, su casamiento. Estuve a su lado cuando nacieron sus hijos y hasta fui el padrino de uno de ellos.

Su rostro se iluminaba cuando me veía, su sonrisa me turbaba. Yo la amaba, pero ella no lo sabia, era mi amor imposible. Nunca me case, quería vivir para ella. Jamás me atreví a insinuarle nada cerca de mis sentimientos y........un día ella enfermo...... todo paso muy rápido, sabíamos que moriría pronto. Fui a verla, me quedaba largos ratos a su lado, y ya no había alegría en su rostro pálido.

En un momento sentí que su mano se apretaba fuertemente a la mía, abrió sus ojos, tristes, llorosos.

Sus labios susurraron las palabras que siempre espere pero jamás creí llegar a escuchar. Muy suave, lentamente, me dijo: mi amor, gracias por todo lo que me diste. Te diré un secreto, te quiero, te ame como a nadie en este mundo pero nunca me anime a contártelo, tuve miedo.... que no me amaras.

Tres Leones


Los 3 leones
En la selva vivían 3 leones. Un día el mono, el representante electo por los animales, convocó a una reunión para pedirles una toma de decisión:

"Todos nosotros sabemos que el león es el rey de los animales, pero para una gran duda en la selva: existen 3 leones y los 3 son muy fuertes." ¿A cuál de ellos debemos rendir obediencia? ¿Cuál de ellos deberá ser nuestro Rey?

Los leones supieron de la reunión y comentaron entre sí. Es verdad, la preocupación de los animales tiene mucho sentido. Una selva no puede tener 3 reyes. Luchar entre nosotros no queremos ya que somos muy amigos... Necesitamos saber cual será el elegido, pero, ¡Cómo descubrir?

Otra vez los animales se reunieron y después de mucho deliberar, llegaron a una decisión y se la comunicaron a los 3 leones: Encontramos una solución muy simple para el problema, y decidimos que Uds. 3 van a escalar la Montaña Difícil. El que llegue primero a la cima será consagrado nuestro Rey.

La Montaña Difícil era la más alta de toda la selva. El desafío fue aceptado y todos los animales se reunieron para asistir la gran escalada. El primer león intentó escalar y no pudo llegar. El segundo empezó con todas ganas, pero, también fue derrotado. El tercer león tampoco lo pudo conseguir y bajó derrotado. Los animales estaban impacientes y curiosos; si los 3 fueron derrotados, ¿Cómo elegirían un rey?

En este momento, un águila, grande en edad y en sabiduría, pidió la palabra:¡Yo sé quien debe ser el rey! Todos los animales hicieron silencio y la miraron con grande expectativa.¿Cómo? Preguntaron todos. Es simple... dijo el águila. Yo estaba volando bien cerca de ellos y cuando volvían derrotados en su escalada por la Montaña Difícil escuché lo que cada uno dijo a la Montaña.

El primer león dijo: - ¡Montaña, me has vencido!
El segundo león dijo: - ¡Montaña, me has vencido!
El tercer león dijo: - ¡Montaña, me has vencido, por ahora...! Porque ya llegaste a tu tamaño final y yo todavía estoy creciendo.

La diferencia, completó el águila, es que el tercero león tuvo una actitud de vencedor cuando sintió la derrota en aquel momento, pero no desistió y quien piensa así, su persona es más grande que su problema: él es el rey de sí mismo, está preparado para ser rey de los demás.

Los animales aplaudieron entusiasmadamente al tercer león que fue coronado El Rey de los animales.

Moraleja: No tiene mucha importancia el tamaño de las dificultades o problemas que tengas.

Tus problemas, al menos la mayoría de las veces, ya llegaron al nivel máximo, pero no vos.

Todavía estás creciendo y eres más grande que todos tus problemas juntos. Todavía no llegaste al límite de tu potencial y de tu excelencia. La Montaña de las dificultades tiene un tamaño fijo, limitado. ¡VOS TODAVÍA ESTAS CRECIENDO!

Y acuérdate del dicho: "NO DIGAS A DIOS QUE TIENES UN GRAN PROBLEMA, SINO DILE AL PROBLEMA QUE TIENES UN GRAN DIOS".

"Cuando la vida te presente mil razones para llorar, demuéstrale que tienes mil y un razones por las cuales sonreír".

Que es el amor?


En una de las salas de un colegio había varios niños. Uno de ellos preguntó: - Maestra... ¿qué es el amor?
La maestra sintió que la criatura merecía una respuesta que estuviese a la altura de la pregunta inteligente que había formulado. Como ya estaban en hora de recreo, pidió a sus alumnos que dieran una vuelta por el patio de la escuela y trajesen lo que más despertase en ellos el sentimiento del amor.

Los chicos salieron apresurados y, cuando volvieron, la maestra les dijo:
- Quiero que cada uno muestre lo que trajo consigo.

El primer alumno respondió:
- Yo traje esta flor, ¿no es linda?

Cuando llegó su turno, el segundo alumno dijo:
- Yo traje esta mariposa. Vea el colorido de sus alas; la voy a colocar en mi colección.

El tercer alumno completó:
- Yo traje este pichón de pajarito que se cayó del nido.

Y así los chicos, uno a uno, fueron colocando lo que habían recogido en el patio. Terminada la exposición, la maestra notó que una de las niñas no había traído nada y que había permanecido quieta durante todo el tiempo. Se sentía avergonzada porque no había traído nada. La maestra se dirigió a ella y le preguntó:

- Muy bien: ¿y tú?, ¿No has encontrado nada?
La criatura, tímidamente, respondió:

- Disculpe, maestra. Ví la flor y sentí su perfume; pensé en arrancarla pero preferí dejarla para que exhalase su aroma por más tiempo. Ví también la mariposa, suave, colorida, pero parecía tan feliz que no tuve el coraje de aprisionarla. Ví también el pichoncito caído entre las hojas, pero... al subir al árbol, noté la mirada triste de su madre y preferí devolverlo al nido. Por lo
tanto, maestra, traigo conmigo el perfume de la flor, la sensación de libertad de la mariposa y la gratitud que observé en los ojos de la madre del pajarito. ¿Cómo puedo mostrar lo que traje?

La maestra agradeció a la alumna y le dio la nota máxima, considerando que había sido la única que logró percibir que sólo podemos traer el amor en el corazón.

Sabes, esto me lo envió quien me enseñó, que el amor no es Tomar, Arrancar, Capturar, Forzar, Ganar o Perder.

Amar es llevar en el alma, es Recordar, es Disfrutar, Amar es ser LIBRE Y DEJAR LIBRE.