viernes, 6 de marzo de 2009

Lo que temo del mañana


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Lo que temo del mañana es lo que conozco y lo que desconozco de él.
Sé que siempre me parece sobrevivirlo sola, a pesar de tener tanta gente junto a
mí.

Sé que la vida es una plaza en la que nos sentamos a ver gente pasar.

Sé que a veces alguien se sienta a nuestro lado y charlamos, y charlamos, hasta
agotar la garganta.

No sé cuándo ese compañero de banco se irá, por eso hablo, comúnmente con ansiedad, queriendo cubrir todas las bases en caso de que tenga que, obligatoriamente, enmudecer de pronto.

Sé que la vida es una plaza despoblada y que su población, en realidad, cuenta solo los habitantes de ese banquito que ahora me parece tan vacío.

Y me preparo, aún con mayor desesperación que aquella en mi discurso, para el mañana. Y hoy no puedo.

Sé que voy a llorar mañana y pasado y pasado y que el mañana me parece eterno,
aún más eterno que cuando tenía a alguien de frente con quien hablar; es más
eterno pues creo que nadie me escucha. No sé porqué, no sé porqué.

Lo que temo del mañana es lo incierto, lo imprevisto que antes me había
atrevido a predecir y hoy no me atrevo, es este idioma que nadie entiende
ahora y que me resulta intraducible.

No sé si podré disfrutar este ratito en la plaza si de repente siento como si toda la gente hubiera desaparecido.

No sé si podré someterme a una fe ciega que me deje creer que las cosas están
ahí aunque no las pueda ver.

Como átomos y células, planetas, como el aire y la energía, como ese Motor que mueve el mundo, hay cosas que ocupan espacios inacabables y que, frente a nosotros, pueden pasar por desapercibidas; hay cosas cuya invisibilidad nos resulta, de vez en vez, desesperante.

Como el mañana, como ese compañero que abandonó el banquito, hay cosas que siempre
estarán ahí, a pesar de que nos sean tan lejanas, tan invisibles, o tan desconocidas ahora.

Ayer, ayer y casi una decena de años ya, me hubiera gustado que me hablaran del mañana, de ese mañana en que sonreiría con el recuerdo, de ese mañana que me haría tan fuerte, de ese mañana con una plaza superpoblada pero que aún guarda un espacio para esas cosas invisibles e intrazables porque ese mañana sabe que no hace falta ser visto para estar ahí.

Ayer y hace una eternidad, me habría encantado saber tantas cosas y encontrar porqués inexplicables y no pude.

Hoy quisiera explicarte pero… Mejor me siento junto
a ti.

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