jueves, 5 de febrero de 2009

Marcelino Champagnat




Marcelino era un hombre muy práctico. Una vez el Hno. Lorenzo, que era todo sencillez, le vino a decir que en una comunidad cercana a la suya, los hermanos, a pesar de que eran buenos, no vivían felices; tenían sus líos y andaban con algunas peleas. Y al mismo tiempo le pidió remedio para evitar tales problemas.

Marcelino le contestó con una charla larga en la que le decía que el tema de vivir contento en un grupo, y la felicidad de la amistad, no se resolvía con grandes teorías, sino con pequeñas virtudes. Y le dio la siguiente lista de «pequeñas virtudes»:
• Saber perdonar y disculpar con alegría lo que no nos gusta en los que viven junto a nosotros.
• Disimular y hacer como que no se ven esas cosas que otros hacen mal y que a veces apuntamos para echarles en cara cuando estamos enfadados.
• Tener un gran corazón para ayudar a quien sufre o lo pasa mal.
• Estar siempre alegres y contagiar alegría a todos.
• Saber ceder en las ideas y opiniones, y no encerrarse en ellas.
• Estar dispuesto a ayudar siempre, a echar una mano en las cosas que nos pidan los demás.
• Ser educado y respetuoso, y prestar a todos las debidas atenciones.
• Tener mucha paciencia. Saber dejar las ocupaciones propias para escuchar a los demás, para ayudarles si lo necesitan …
• Ser de buen carácter y evitar los momentos de enfado, de tristeza o de mal humor, conservando siempre un estado alegre.
• Y pensar más en los demás que en uno mismo.
El H. Lorenzo y muchos otros aprendieron con estas ideas que la vida de familia es feliz cuando crecen en ella los mil detalles que Marcelino les dijo con su lista de pequeñas virtudes.

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